El amanecer del Amor, de Daniel de Wishlet - page 15

Daniel de Wishlet
13
en mi último curso. No me importó mucho: ya tenía mi independencia
y pronto llegarían los carnavales…
A los seis meses de mi nueva vida me trasladé a vivir a la zona turística
de la isla, conduciendo un bonito deportivo que me acababa de comprar.
Un torrente de nuevas sensaciones me inundaba en esos días, tratando
de combinar el trabajo con el placer, aunque, casi siempre, la balanza se
desequilibraba a favor de este último.
En uno de esos veranos viajé a Suecia invitado por una amiga.
Éste trascurrió lo más parecido a un cuento de hadas, perdiéndome
en sus apoteósicos paisajes, disfrutando de la belleza de sus ciudades, del
aroma de sus bosques, de los renos y de tantas otras cosas tan maravillo-
samente desconocidas para mí. Pero fue ahí donde maduré una idea que
había estado prohibida hasta entonces: sentado en un lago, contemplando
un bello atardecer, me dije a mí mismo que nada me podía impedir vivir
y disfrutar la experiencia de trabajar en las discotecas de la playa. Si bien
la presión de mi familia no me lo había permitido, ese era el momento de
hacerlo. Y es que, además, ¡me pagarían por estar rodeado de chicas!
A los pocos días de regresar a Canarias ya estaba contratado como
relaciones públicas en la mejor de las discotecas.
¡Ahora sí que empezaba lo que me divertía!
Comenzó entonces una época en la que me sumergí plenamente en
el ambiente de fiesta y oscuridad que reina en la noche, encontrándome
en él «como pez en el agua».
Hice todo lo que me apetecía hacer, pero en tan solo unos meses esa
emoción inicial se hubo trasformado en un vacío interno: todavía no
estaba matriculado en la Universidad y las noches empezaban a pesar…
Como caída del cielo apareció en mi vida Jenny, una joven holande-
sa con la que pude retomar mis estudios. Con cariño disfrutábamos de
los veranos en su país y de los inviernos en Canarias, alegría tan solo
empañada por el sufrimiento que me causaba el hablar con mis padres,
pues creyendo que podía trabajar en mi profesión, y preocupados por mi
seguridad material, me reprochaban constantemente mi forma de vida.
A nivel material tenía todo lo que podía desear, pero había algo que
me impedía disfrutarlo: la obligación moral de acabar la carrera.
¡Solo tenía que hacer un último esfuerzo y lo habría conseguido!
Cuando por fin me tomé en serio el finalizarla, me «encerré» en una
casa con jardín para aislarme del ambiente de fiesta que me rodeaba,
comenzando a desarrollar una férrea voluntad y a dominar mi mente,
1...,5,6,7,8,9,10,11,12,13,14 16,17,18,19,20,21,22,23,24,25,...30
Powered by FlippingBook