El amanecer del Amor, de Daniel de Wishlet - page 21

Daniel de Wishlet
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Eran sueños vívidos y cortos, independientes los unos de los otros,
como películas en las que se me presentaban situaciones distintas que
había que resolver. Y curiosamente, al acabar cada sueño escuchaba
siempre la misma frase: «SOMOS SERES DE LUZ», lo cual suponía la
solución al enigma planteado en todos y cada uno de ellos.
Desperté recordando estas cuatro palabras, al principio sin darlemayor im-
portancia, pero al abrirmi cuaderno comprendí que todo el conocimiento que
ahí había se llenaba de sentido si efectivamente fuéramos Seres de Luz.
¡Ésta era la piedra angular, la estrella central que cohesionaba toda la
información que había estado recibiendo!
Por lo que tuve la certeza de que, realmente, lo somos.
Sobre la base de que somos Seres de Luz proseguí meditando, llegan-
do al conocimiento de que, en esencia,
somos Seres de Luz con una volun-
tad libre.
La Luz es la vibración de la Energía en su más elevada expresión, y
como somos Luz
,
si con mi libre voluntad le daba mi atención a la Luz, se
serenaba mi mente y era consciente de mí mismo:
el maravilloso estado
interno en el que disfrutar de la vida.
Y en él seguí disfrutando de aquellos bellos momentos.
Los días estaban llenos de alegría, sobre todo cuando íbamos a la casa
de campo de los padres de Jenny, en la que en un bello jardín los perritos
corrían felices; y yo al verlos.
Allí por donde pasaba reflexionaba sobre lo que veía, lo cuestionaba.
No me bastaba con que las cosas estuvieran así. Quería saber más y más…
En cierta ocasión me pregunté el porqué de nuestra existencia, vi-
sualizándonos como luces que, provenientes de una Gran Luz, vamos
regresando a Ella conforme aumenta nuestra luminosidad, lo que la hace
crecer, ilimitadamente.
Mis meditaciones versaban sobre el sentido de la vida, el sentido de
las cosas, pero también sobre mi propia persona, meditando en todo
aquello que deseaba mejorar.
En una de esas tardes, tomando conciencia de lo fundamental que
es la alimentación, quise ser «Yo» quien decidiera lo que iba a comer a
partir de esos momentos.
Reposando con Jenny en la cama a la hora de la siesta le propuse me-
ditar sobre ello, y aunque aceptó, se quedó profundamente dormida.
Yo, dejándome llevar por mi imaginación, me vi en el cielo. Ahí me
encontraba acompañado de un Ser celestial que me mostraba una larga
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